12 mayo, 2008

Sin envergadura


Había ido al cine a ver una película con un amigo y nuevamente se sentía defraudada frente al amor. Tomó el metro y se subió al carro pensando en que nunca más se enamoraría, creyendo que ya era suficiente lo que había sufrido en su desencantada adolescencia, fue entonces cuando lo vio, de pie, apoyado sobre el respaldo de un asiento, con su rostro mirando hacia fuera. Se acerco al sujeto, lo miró y él, al percatarse, repitió el acto en viceversa y así de estación en estación se miraron como buscando algo. Él se alisto para bajarse, de su mirada se desprendió algo así como una despedida y salio del carro, entonces ella sintió la vehemente necesidad de correr tras él y en el momento exacto en que las puertas se cerraban decidió bajar, lo siguió hasta llegar a la calle, él se volteó para verla, como si se hubiese percatado de su presencia, ella corrió tras él, pero en ese momento dudo más de un minuto, su cabeza se pobló de imágenes grises, de dudas disipadas, pero hubo tan sólo una esperanza y esa la hizo dar dos pasos y levantar la mirada hacia ese encuentro fortuito mas la oscuridad de la noche y el mar de gente que se reúne en las grandes avenidas, atrapó al sujeto en su ola, devorándolo, haciéndolo desaparecer, haciéndole perder la última esperanza de esa noche.

Junio de 2007 Foto.
Julia Fullerton-Batten.